4.5.06

Acerca del marketing de Buenos Aires (artículo diario La Nación)

Idea loca o foco de atención internacional para el turismo e inversiones, la propuesta de construir un rascacielos de mil metros de altura –sería el más alto del mundo– es digna de un análisis detenido por parte de los profesionales más influyentes, por su experiencia personal o por ocupar un lugar en las principales instituciones formadoras o reguladoras de la profesión. En esta primera entrega, la opinión de Daniel Silberfaden, Jaime Sorín y Carlos Sallaberry.

Daniel Silberfaden
Presidente de la SCA


Hace poco menos de una semana, en un desayuno de arquitectos (Justo Solsona, Clorindo Testa, Alberto Varas, Enrique García Espil y quien escribe) en Mar del Plata, con motivo de una jornada sobre la construcción, Clorindo se refería a una teoría por él desarrollada con respecto al crecimiento de las ciudades por su memoria genética; entre varios ejemplos se refirió a las Leyes de Indias, un instrumento de desarrollo de las ciudades a futuro donde, a partir de un módulo cuadrado, el desarrollo debería darse de manera indistinta por sus ejes Norte-Sur y Oeste-Este. El problema, decía, es que Buenos Aires no tiene Este (sin tierras se entiende), pero nuestra ciudad indiferente a este detalle siguió pensando en ocuparlo por su memoria genética. El proyecto de 1 km de altura tiene que ver con esta teoría, a la que me sumo, ya que no deberíamos encontrar otra lógica para una vez más pensar que el río es parte del territorio por ocupar, hoy para esta torre, ayer por la aeroísla o la cruz de Amancio, o por nuestros avances sobre la ribera que no terminamos nunca de delinear. Sabidos son los inconvenientes que implica ocupar nuestro caudaloso y limoso Río de la Plata; sabemos la superposición de jurisdicciones que implica construir en el río; sabemos que la ciudad necesita de acciones en sí misma para mejorarla y revertir su destino de Gran Aldea a la de una ciudad con aspiraciones de gran metrópoli. Creo que el grupo Torcello ha realizado nuevamente un gran esfuerzo (autopista bajo diques, puerto para cruceros de gran calado, etc.), cuyas razones desconozco, pero sin duda requieren una gran inversión material, física e intelectual, pero que carecen de la profundidad y sentido de la oportunidad para generar un debate que signifique discutir la ciudad que queremos.

Carlos Sallaberry
Decano de la Facultad de Arquitectura UP


Por qué no construir una torre de 1000 m en Buenos Aires. Bienvenida. Las grandes ciudades basan el marketing de las mismas en la construcción de edificios que se convierten en hitos arquitectónicos, convocantes del turismo internacional, y Buenos Aires no debe desaprovechar esta oportunidad. El paisaje urbano de nuestra ciudad se ha desarrollado en los últimos años sobre la base de la construcción de torres que lo han modificado y enriquecido, ésta sería una oportunidad para que se cumplan ambas premisas enunciadas. La elección del emplazamiento será fundamental, dado que la escala de esta torre deberá respetar el impacto que su construcción produce, convivir con el entorno, y ayudar a componerlo. El ejemplo de Barcelona como ciudad que se trasformó y creció a partir de los años 80 debe tomarse en cuenta, dado que "inventa" continuamente estos hitos. Para la construcción de estos grandes edificios, un comité integrado por arquitectos reconocidos en la ciudad estudia el proyecto y da su aprobación, ¿por qué no poner en práctica esta mecánica en Buenos Aires? La opinión de estas figuras estará libre de compromisos y será respetada.

Jaime Sorín
Decano de la FADU-UBA


Titulaba Oriol Bohigas su último libro Reconsideración moral de la arquitectura y la ciudad, apelando a una cita de Noam Chomsky: "Aspiramos a ser agentes morales y no meros servidores del poder". Ambas frases se aplican inmediatamente cuando asistimos al empecinado intento de confundir arquitectura con emprendimiento inmobiliario y espectáculo mercantil, impulsando proyectos que direccionen los recursos públicos hacia los bolsillos privados y muy lejos de las prioridades sociales que involucran a los sectores más amplios de la población. Pensar en la ciudad de Buenos Aires como la nueva Shanghai, actual modelo de destrucción de la cultura local y paraíso de negocios que asocian burocracia estatal con intereses privados, es exactamente lo opuesto a nuestra necesidad presente: reconstruir la trama social y el sueño de una sociedad inclusiva e igualitaria. Muy lejos de esto se sitúa la aparición de este afiebrado fragmento marginal y marketinero, excluyente por naturaleza –social y geográfica– e ignorante de toda posibilidad de crear ciudad desde la necesaria construcción de un espacio público, reducido allí a la generación de negocios y al éxito mediático. No existe arquitectura en este emprendimiento, si como arquitectura entendemos algo más que un simple espectáculo gráfico al servicio de la publicidad comercial, que en su ascensión al cielo termina siendo digno de la recordada canción de Leo Masliah. Si pretendemos que nuestra producción retome antiguos caminos que reconocían la imbricación necesaria e indisoluble entre la innovación, la experimentación, el servicio social y la producción.

fuente > La Nación

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